Discos Perdidos VII:“Viajar Lejos” (Los Pillos / ‘87)Como nunca, una canción impone en su intensidad, en su ritmo sincopado y en sus ensordecidos pero atentos dilemas existenciales, el ascenso de una mirada "sonora" que entre lo confesional, el realismo urbano y la sensibilidad oscura, le hace sombra a toda una temblorosa y apática realidad (musical) de ayer y hoy.
Como saltar cada vez más alto para caer al piso cada vez más fuerte, Los Pillos producen un efecto tan cotidiano como misterioso, diario como las chapas de esa fábrica que refleja la tapa del disco y tan oculto como el lugar donde “descansa la niebla”. Son estas las dimensiones atemporales que asumen "Viajar lejos" (la canción, el disco) y Los Pillos, dimensiones que dado el extravío que sufrieron obra y grupo dentro del devenir "rockero" de la historia nacional, merecen ser recordadas y exaltadas como antecedente y motor de toda una generación musical que luego reivindicó (o debería reivindicar inevitablemente) el localismo como discurso poético y subversivo, así como lo íntimo y su marginalidad como contracultura (“Rock de la caída”).
Al pie de cada canción, cada palabra y cada gesto, Los Pillos emergen breves en la escena y en el tiempo, con una actitud musical y verborrágica que se encargaba de contrarrestar el escapismo, la necedad de las poses y el desapego "moderno" como narcótico ante una realidad ardiente e inquietante día a día (“Conversaciones con la Hierba”) .
Este disco nace en 1987 y entre el pulso vívido de la voz de Adrián Yanzón (cantor, vibrato, duda, introspección, eco, “muerden pensamientos descalzos”) y el arrebatado golpe de Pablo Esau (batería, tribal, opaco, “muerden los huesos la caja de ritmos”), se cruzan con el la exactitud de un bajo (Aloé) y el filo de guitarras de épica post punk (Fiori), que no hacen otra cosas que entregar un leve letargo a la escena, extremando la tensión de cada palabra.
Es maravilloso como justamente batería y voz se conjugan en cada choque, cada ritmo duro y seco se acompaña de aceleraciones vocales o silencios, devaneos asfixiantes de frases como: "oculto en el ascensor pude comenzar el día, continuando un sueño poco placentero" (“Poco Placentero”).
Inevitables comparaciones con Joy Division o Siouxie & The Banshees resultan de un efecto facilista y si bien se ajustan al trabajo melódico post punk y opresivo, acotan el amplio horizonte tercermundista, enigmático o campestre y urbano a la vez, que impregnaba la poesía y la música de Los Pillos.
Al mismo tiempo, la cercanía con el registro vocal de Morrissey en su etapa de The Smiths, tan solo aporta una referencia más a un juego en el que Yanzón arremetía pronunciando palabras como estallidos, manteniendo una cadencia y una entonación inigualable.
Envuelto en una atmósfera densa, la visibilidad es nula por momentos y allí es donde el propio ser es el que habla, canta, oye y golpea. Como saltar cada vez más alto para caer al piso cada vez más fuerte, Los Pillos producen un efecto tan cotidiano como misterioso, diario como las chapas de esa fábrica que refleja la tapa del disco y tan oculto como el lugar donde “descansa la niebla”.
Fernando Graneros para El Altillo Under